Estaba nerviosa. En cuatro palabras "cagadísima hasta las patas". Toda mujer necesita un cambio, pretendemos ese "no se qué" que solo depende de nosotras; o en este caso del famoso y querido peluquero. Hoy me digné después de 8 años de acarrear un look al estilo comanche (pelo hasta el culo), a cortar esas mechas locas que tanto levante habían tenido. Las iba a extrañar, es por eso que decidí llevármelas cual cenizas del abuelo, de recuerdo por el resto de mi vida. Pelo. ¿Puede significar tanto? Para mí, sí. Mi pelo ruloso ya no iba a estar más, no iba a acompañarme más en esas tardes de viento, en esas noches de lujuria en donde el swing dependía de su movimiento. Me dirigía sin saber a la gillotina de mi dulce melena. Era conciente de que un cambio importante se aproximaba; pero no me importaba, seguí caminando hacia ese dulce y segundo hogar de toda mujer, la peluquería.
"¿Estoy convencida?", ya no había tiempo para arrepentimientos. Acompañada de un apoyo logístico personificado en Eugenia, estaba sentada en el colectivo 60, sí, ese que te lleva a todos lados, dirigíendome ni más ni menos a encontrarme con el jóven manos de tijera. Las cartas estaban sobre la mesa. En el camino encontré el segundo apoyo moral, Dolores.
Juntas seguimos caminando. Llegamos, abrimos la puerta, ese aire caliente a secador de pelo, mezclado con el perfume a vejez y el spray que te deja tan duro el pelo cual pito erecto invadieron mi olfato. Peluquería, es eso. Y más. ¡Terapia Señores! Las mujeres nos dirigimos hacia ese mundo increíble donde nosotras dirigimos la batuta, donde no existen hombres más que los que trabajan para nosotras.
Me senté a esperar, le preguntaba a las chicas si era correcta mi decisión. Ellas asentaron. De repente escucho una voz cual Dios en plena plegaria "¡Francesca!", me estaban llamando para aniquilar tantos años de rulos sobre mi espalda. Lo saludé al peluquero simulando amarlo cuando por dentro un grito aclamaba su muerte. Era mi decisión, había que sostenerla. Me senté y le expliqué rápido qué quería. No entiendo por qué hacemos eso si siempre terminan haciéndote lo que ellos quieren. Claro, después somos nosotras las que tenemos que salir a la calle con ese corte de mierda que te hicieron para "practicar" cual conejitos de India su última clase de peinado.
Tomó la tijera en sus manos y procedió a CORTAR. Mi cara lo decía todo. Mis amigas sólo sonreían y me decían "Te está quedando bárbaro". También las quise matar.
Atrás mío solo risas y charla. La vieja que se quería teñir las canas estaba en pleno proceso de tintura, envuelta en ese gorro que te convierte en cabeza de profiláctico por media hora.
El crimen ya estaba cometido. El peluquero había hecho lo suyo, sonreí y me dirigí al piso de tintura. Todo o nada.
Pregunto por otro asesino. Llaman a Perla. Viene, pelo increíble y LARGO. No importa, yo tenía mis mechas en una bolsita guardadas cual tesoro en mi cartera, todo se podía arreglar. "Hola Francesca, qué querés hacerte?", a lo cual pensé "Hola Perla, quiero que me devuelvan mi pelo"; pero no, lo único que le dije es que quería una iluminación. Sí, algo natural. "Perfecto", me dijo con cara de feliz cumpleaños.
Al cabo de unos minutos tenía una toalla de collar y un gorro de goma cubríendome la cabeza. Consejo: Nunca vayan a teñirse acompañadas de su chico. ¿Razón? Salvo que esté muy enamorado el susodicho se va a ir corriendo cual Chitara de los Thonder Cats ante la imagen tuya con ese gorro forrísimo en la cabeza.
Perla tomó en sus manos el arma de guerra y empezó a pinchar. Yo parecía la prima lejana de E.T. Mi paciencia no tenía un buen día. ¿Alguna salió alguna vez de la peluquería sintiéndose diosa? A mí nunca me pasó.
En fín, ya mis pelos locos fuera de la gorra tenían el decolorante. Ahora había que esperar. Quería un fluído en mi cuerpo. Tomé coraje y a pesar de mi look extraterrístico me paré a buscar un café a la máquina que quedaba 2 pisos más abajo. No les explico las miradas a mi alrededor. No importaba, en la peluquería mandábamos nosotras, así que seguí viaje hasta conseguir mi café cortado.
Volví a mi trono, tomé en mis manos una revista, sí, me puse a leer la Gente del verano 2000, esa que ojeás pretendiendo encontrar los mejores trajes de baño de la temporada... de hace 8 años! La terminé cual pedo en un canasto, miré a mi alrededor, Perla no estaba. "Qué hago ahora?", de repente la señora de al lado me miraba con cara de pollo mojado, parecía como si no hubiera hablado con nadie en años. Sí, entablé una conversación. Charlamos cual mejores amigas de toda la vida, mientras se estaba tapando las canas por décimo cuarta vez al cubo. Es que en la peluquería es así. ¿Reglas?
1- Charlar con TODOS.
2- Contarle tu vida a quien te esté tocando el pelo y sonreir aunque te esté poniendo un sorete en la cabeza.
3- Creerte diosa aunque tengas ese gorro pedorro, una bata que te convierte en heladera o te estén secando el pelo y por arte de magia parezcas el ejemplo perfecto para una publicidad de virulana.
Volvamos. Apareció Perla con su pelo largo. Fuimos a las piletas para quitar esa tintura de mierda que te implica hacerte 10 baños de crema en 1 mes. Como frutilla del postre el bachero de al lado le dice a mi asesina "¡No hay agua!". No sabía si reir, llorar o cagar a trompadas a la vieja con la que había hablado, pegar patadas a la máquina de café o decirle a Perla que me de su pelo o su vida. Media hora y vino mi amiga tintera con un bidón con agua. Seguía siendo una de las peluquerías más caras de Capital Federal; sin embargo ese bidón ya estaba en mi cabeza.
Ya con cara de nada el crimen completo estaba cometido. Pelo corto y más claro. Cara de orto, asombro, ganas de volver el tiempo atrás y no haberme subido al 60. Todo estaba hecho. Pagué y nos fuimos. Me sentí rara. Me siento rara. Pero fui a la peluquería, el plan perfecto de toda mujer. Solo por eso tengo que estar feliz.
Euge y Loli me miraron, las miré. "Pelo corto, estoy quemada, lo único que me falta es adelgazar unos kilos y listo", les dije convencida mientras seguíamos caminando.
¡Qué ilusas solemos ser las mujeres a veces! ¿No?
2 comentarios:
aaaaaaaaaaa
lástima que te mantenes en el anonimato, estaria buenisimo ver el antes y el despues, y asi votar por el antes y hacerte sentir pero de lo que te sentis
jajaja
hace unos meses yo me teñi de negro (soy rubia natural) hoy es mi fiesta de graduacion y me di cuenta de que el negro no me queda, asi que fui a la peluquería a enrubiarme lo mas posible, no se puede, y termine con una suerte de mechitas y parezco cabaretera de microcentro
MIERDA! ves?? no hay que cambiar nunca! hay que quedarse como uno es y no andar jugando a la intrépida con un estandarte que dice "soy re-jodida y me cambio el look"
he dicho!
jajjaaj
me mato
genial!!! es la verdad!! aunque debo reconocer que hace un añ que no voy a la peluqueria, porque l ultima vez que fui, le dijo al tipo "cortame unicamente las puntas" y me corto 2cm de pelo y encimame entresaco un monton! GARRON!! lo queria matar!! pero no servia de nada prque el pelo no me iba a crecer de un segundo para el otro... si no LO MATABA!!! jajaja
en un momento de locurao rebeldia.. no se, me pele... a cero CERO!! no tenia un pelo y de ahi en mas dije "ok! me pelo y me lo dejo crecer sanito sanito, no me hago nada de nada!" y asi fue desde aquel momento solo tuve este momento de mierda con este peluquero de peluqeria barata y nada mas.
disfruto de mi pelo largo y renegar porque se me enreda, porque tengo rulos y lo quiero tener lacio y porque me tengo que planchar todos los dias el flequillo para no parecer una loca!
no me lo corto mas y asi seguire... consejo: no te lo tendrias que haber cortado... no se... yo NI EN PEDO!!! NI EN MI PEOR MOMENTO DE DEPRESION!!
jajaja
besitos!!!
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